La tradición dice que Noia fue fundada por Noé y sus descendientes. Esta leyenda se ve reflejada en el escudo del ayuntamiento

LOS ORÍGENES Y PRIMEROS TESTIMONIOS ESCRITOS

El testimonio de la presencia humana lo tenemos con el dolmen da Cova da Moura o Anta de Argalo, manifestación propia de la cultura megalítica que se desenvuelve del 4000 al 2000 A.C. También los vestigios de la cultura castrexa que no solo aparecen en los libros, sino también en la toponimia del Castro de San Lois, Castro de Sobreviñas o Castro Lampreeiro, etc. 

Pero los primeros testimonios escritos sobre la comarca de Noia proceden ya de escritores clásicos como P Pomponio Mela en su obra Chorographia (siglo I d.C.), o Plinio en su escrito Naturalis Historia, donde al describir la costa gallega habla del "Oppidum (pueblo fortificado) de Noega". La presencia romana en estas tierras se establece desde el siglo II A.C. al paso de la vía “Per Loca Marítima”, que se puede ver en los puentes medievales.

EDAD MEDIA

En esta época, Noia se convierte en una de las principales ciudades gallegas al descubrirse el “Sartego do Apóstolo”. Convertida en el Puerto de Compostela, conocerá un gran desarrollo de sus actividades comerciales.

Durante los siglos IX y X se crean nuevos lugares de población como Vilanova, Vistahermosa, Vilaboa, Vilar de Boa, Vilar de Ousoño o Vilarello. Un proceso expansivo que será determinante en el siglo XII con un nuevo desarrollo urbano que culmina cuando Fernando II de León otorgó el 9 de abril de 1168, una nueva carta Puebla, en la cual faculta y concede al Arzobispo de Compostela, don Pedro Gudesteiz, el poder edificar y establecer un nuevo burgo en la tierra de Santiago, en la comarca de Santa Cristina de Noia, en las orillas del río Tambre, que se llamará Totum Bonum.

Durante este período Noia se convierte en un destacado puerto marítimo, donde se van a desarrollar importantísimas actividades económicas y pesqueras que continuarán durante los siglos siguientes.

Una muestra de la importancia de Noia en la antigüedad es el hecho de aparecer en los Atlas (tamar Luxoro) de mediados del siglo XIV: en el de Angelino Dulcert (Mallorca, 1339), en él Atlas Catlán (1375) de Cresques Abraham y en el de Ortelio, en el que se recogían las localidades florecientes en el comercio de reconocida tradición histórica. Políticamente conviene reseñar que Noia va a quedar bajo la jurisdicción de la Mitra Compostelana desde que los monarcas asturianos concedieron a Santiago el señorío sobre todo el territorio que en un radio de 24 millas rodeaba a la ciudad del Apóstol.

Por último, se puede señalar que el rey Fernando III, en el 1238, confirma el privilegio que su padre otorgó a Pontevedra y a Noia para producir grasa de saín a partir de la sardina y para añadir a su escudo la pieza heráldica de la “media luna” en recuerdo y premio al comportamiento de sus marineros durante la conquista de Sevilla a los moros.

Durante los últimos siglos de la Edad Media, Noia va adquiriendo su actual configuración urbana, pues se emprende la construcción de las murallas que van a defender la villa (1320), la fortaleza del Tapal, la mayor parte de las casas señoriales de las cuales aún perviven hermosos ejemplos como los hospitales del Curro, Espíritu Santo y San Lázaro, o la reedificación de las viejas iglesias de Santa María a Nova y San Martiño, la reconstrucción de los viejos puentes romanos y la configuración de las calles.

En la villa de Noia también celebró el arzobispo Frei Berenguel de Landoira, en el año 1319, el primero concilio que tuvo con sus clérigos.

En el siglo XV otro arzobispo, Alonso Fonseca II, fue prisionero en Noia durante nuevos enfrentamientos entre los nobles y la Mitra. De aquí fue llevado a Vimianzo, donde quedaría encarcelado a lo largo de casi 3 años.

Poco después tienen lugar revueltas de mayor trascendencia, que esta vez enfrentaron a campesinos y burgueses contra el poderlo nobiliario y el alto clero: las revoluciones Irmandiñas que entre 1431 y 1469 se opusieron a la desmedida ambición de los señores que pretendían suplir su merma de ingresos durante la época de crisis resucitando viejos impuestos y prestaciones personales ya caídos en desuso. La"Irmandade" noiesa tomó la fortaleza del Tapal por asalto, causando en ella importantes daños. En el 1476 los Reyes Católicos acordaron su devolución al arzobispo Don Alonso de Fonseca II, quien reforzó el castillo.

EDAD MODERNA

De acuerdo con un breve del papa Gregorio XIII, Felipe II desmembra en el 1585 diversas villas del señorío del arzobispado compostelano y procede a su venta. La villa es adquirida por el genovés Baltasar de Lomelin, para pasar después a gobernar el también genovés Sinivaldo Fiesco. En el año 1636 la villa fue reintegrada en la mitra compostelana hasta la desaparición de los señoríos.

También en este momento comenzaron a cobrar importancia las ferias y mercados de ganado, sobre todo la de San Marcos. En 1533 Noia se convierte en el centro de contratación de la sardina para La Real Armada para Cataluña y Portugal, lo que siginficó el relanzamiento de su industria y comercio, que harán de Noia uno de los puertos comerciales más importantes del norte peninsular. Pero Felipe II, fatalmente, va a vender la villa a un comerciante genovés en 1585 buscando fondos para sus proyectos bélicos. Bajo la administración del italiano se inicia la decadencia de Noia que a comienzos de siglo XVII pierde más de la mitad de su población, pasando de unos 4.000 habitantes a poco más de 2.000. En 1636 vuelve a la Mitra compostelana, pero la desacertada política belicista de los Austrias y el cierre de los puertos británicos y holandeses, provocan que el comercio noiés, que había sido muy intenso durante los siglos anteriores, se precipite hacia la decadencia que continuará durante todo el siglo XVII por causa de las contribuciones de guerra y las continuas llevas.

El siglo XVIII contempla el crecimiento de una nueva clase social, la pequeña nobleza de hidalgos que subarrendan las tierras a precios desorbitados. Además, el aumento de población que tiene lugar durante este siglo hizo que creciese también la demanda de terrenos para el cultivo. Así esta hidalguía intermediaria entre los detentadores de la tierra –la iglesia y los nobles absentistas –y los campesinos, van a acumular rápidamente importantes ingresos con los que construirán sus pazos rurales: los de Argalo, Bergondo y, ya en el siglo XX, el de Pena de Oro.

Por otra parte las pestes y hambres del siglo XVIII también se alimentan en nuestra comarca, de manera que a la llegada de los monarcas reformistas borbónicos, la postración de Noia es total. La eficaz labor reformista de los “ilustrados” permite que, de cara a finales de este siglo, resuciten en Noia las industrias derivadas del mar, especialmente la del salazón de pescado y la de los curtidos, con sus pequeños talleres de artesanía en la que los noieses llegaron a ser consumados maestros y a convertirse en fuertes exportadores.

EDAD CONTEMPORÁNEA

En el siglo XIX, durante la guerra contra los franceses, tiene lugar la reunión de las Cortes de Cádiz, donde se va a consumar la definitiva separación de Noia de la jurisdicción arcebispal. En 1835 la “desamortización” obligó a salir de Noia a los franciscanos, lo que supuso el abandono de su convento y la pérdida de una importante biblioteca.

En 1846 Noia se pronuncia a favor del levantamiento militar en el que participaron los más importantes precursores del galleguismo y el “Renacimiento”, y que terminó con la ejecución sumarísima de los llamados mártires de Carral tras la derrota de las tropas del comandante Solís. Posteriormente, Noia experimentó las represalias gubernamentales que llevaron a muchos galleguistas el exilio (entre ellos el poeta de Outes, Francisco Añón).

Poco después, durante el mismo reinado de Isabel II, tiene lugar el traslado de la feria de San Marcos al campo de San Francisco en Noia.

El siglo XIX supone también el inicio de una importante emigración hacia América debido a la carestía de la vida provocada por el aumento constante de las rentas de la tierra. A final de siglo, las últimas guerras coloniales en Filipinas y Cuba llevan de nuevo al combate a muchos noieses, entre ellos a Luis Cadarso, comandante del antiguo “Reina María Cristina”, hundido en la batalla de Cavite por los indestructibles acorazados de una potencia en ascenso, la norteamericana.

El siglo XX trae importantes novedades, entre ellas las luchas agrarias que darán, en 1923, la plena propiedad de las tierras que cultivan en arrendamiento a los campesinos gallegos tras el pago de ciertas indemnizaciones que será posible realizar gracias a las remesas de dinero de los emigrantes. De este modo, la población noiesa vuelve a experimentar un nuevo crecimiento (en 1930 tiene casi 11.000 habitantes) que continuará hasta hoy con esporádicas interrupciones: la guerra del 36, que con la separación de los matrimonios y el elevado número de muertes y exiliados hace que el crecimiento se detenga hasta los años 40, y la década de los 60 con el inicio de la masiva emigración a Europa que supone un nuevo estancamiento.

Pero las nuevas remesas de los emigrantes significan otro punto de crecimiento para el municipio, que con su actividad comercial sirve de atracción para una numerosa población de los ayuntamientos limítrofes (Lousame, Porto do Son...) a pesar de que el desarrollo no alcanza a las actividades industriales ni al sector primario: campo, ganadería y pesca no se moderniza; solo la extracción de berberecho del fondo de la ría parece suponer una fuente importante de producción de riqueza junto al sector servicios.